Estando en Perú me planteo las innecesidades con las que vivo. La superficialidad de muchas de las cosas que tengo y que hago. Me planteo mi propia vanidad y mi presumidez, consciente de que en casa pasan bastante desapercibidas, pero aquí, sacadas de contexto, se vuelven perceptibles y me parecen grandes, vacías y sin sentido.
Empiezo a darme cuenta del peso que tiene la gente en mi viaje y llego a la conclusión de que mi viaje, al igual que mi vida, no trata de sitios, lugares y cosas, trata de personas. De las personas con las que comparto mis experiencias, las personas que forman parte intrínseca de las mismas y las personas que rodean, como actores secundarios, esos hechos.
Esta conciencia va a marcar bastante mi viaje.
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