viernes, 13 de diciembre de 2013

Vaya. No. Mal. A ver

Vaya.

Hoy tengo uno de esos días raros previos y anticipantes de cambios que sé que son para bien pero que dan miedete. Uno de esos días en los que estoy cansada por dentro. Cansada de muchas cosas y como triste, como si hiciera luto y reflexión del pasado y del presente y todo aquello que no me gusta se hiciera visible y se acicalara para salir.

Llevo días dándole vueltas a lo mismo. Quería hacer un tuit y ya está. Por no hacerme pesada, por no hacerme notar… por con 140 caracteres no me llega.

Se suponía que empezaba una nueva era con una nueva conciencia, más sensible, más social, más compartida, menos egoísta, más buena, menos ‘yo’ y más ‘nosotros’. Internet iba a ser el vehículo de cambio que nos permitiría conectarnos los unos a los otros.

No.

Ha empezado una nueva era, eso es como inamovible, pero no es lo que debería ser...

La palabra del año es ‘selfie’ (esas fotos que te haces a ti mismo con el móvil) e internet más que conectar parece reconcentrar egos en el escaparate y aislarnos en cajitas de cristal. En botes de lentejas vacíos.

Los Trabajos los consiguen las personas que se saben vender no las que valen.
En twitter cuanto más egocéntrico eres, más seguidores tienes. O si tu temática es el sexo, as usual.
Se lleva la vanidad superlativa. El hablar sólo de uno mismo.
Fotos solitarias aquí y allá, o llevando esto o aquello, o poniendo caras, se llevan más likes y tienen casi más repercusión que trocitos reales de vidas reales, más que padres colgando fotos de su preciosa niña o de unas primeras albóndigas con guisantes.

Y puede que la masa lo vea como ‘está compartiendo su vida’ pero yo sólo veo personas vacías de autoestima y de valores buscando ese necesario reconocimiento en los demás y encontrando valores en aquello que les repercute en más fama. 
Tapando agujeros con parches.
Y todos encantados.
Personas vacías buscando llenarse con lo de fuera, sin ver que lo tienen todo dentro, y personas dormidas que necesitan modelos y celebridades a las que seguir, que las incorporan en sus vidas como si pertenecieran. Fanes, seguidores, groupies, borregos que quieren un perro pastor al que admirar. Todos tenemos algo admirable.

Mal.

Y miro a los que sí creen en ese supuesto cambio hacia lo mejor, a los que sí hacen cosas intentando cambiar el mundo y les veo luchar e ir contracorriente en minoría (aún?), pequeños Davides preparándose por si un día Goliat deja de posar en fotos para subirlas a Instagram y que el pueblo le venere. 
A menudo me apetece abrazarles.

Y deseo que toda esta dinámica sean los últimos coletazos apasionados de una bestia que, aunque procura mirar para otro lado, ve su existencia terminar. Deseo dejar de estar rodeada de egos vacíos y caprichosos. Estoy cansada de que la gente tenga una visión de sí mismos tan alejada de la realidad. Estoy cansada del ‘todo vale’ porque no todo debería valer. Estoy cansada de que no se escuche. Y no se vea. Y no se sienta. Estoy cansada de la admiración por lo superficial. Auto y ajeno.


A ver.

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