domingo, 11 de septiembre de 2011

Débil

El otro día, mientras bajaba por la carretera de la muerte, pensé en ti. No sé muy bien por qué, pero ahí estaba yo contándote mentalmente, mientras sorteaba, aburrida ya, baches infinitos, piedras constantes y grava y arena resbaladiza con una bici chusca, que empiezo a estar cansada de tener la sensación de no estar a la altura de las circunstancias... 

Parece ser que últimamente me meto en fregaos para los que no estoy del todo preparada.  Y de todo aprendo pero cada vez me duele y cada vez me pregunto qué demonios hago yo ahí... algunas veces tengo claro el objetivo, pero otras veces no. Lo de tener un objetivo ayuda a mantener la dirección y la inercia, como un vector, pero yo soy mujer de camino y sufrirlo es algo que empieza a no compensarme.

Estoy cansada de ser siempre la última, la más lenta, la que menos puede. Y llegar llego igual que los demás, pero siempre más tarde. Siempre la última. A mí siempre me cuesta más. A veces también es que me esfuerzo menos de lo que podría, pero realmente tengo la sensación de que, aunque me esforzase al máximo, seguiría sin estar a la altura. Supongo que consciente de ello, elijo bajar el ritmo y disfrutar un poco más del camino.

Ser la última no es fácil. Creo que no sólo supone el esfuerzo físico de hacer algo para lo que no estás preparado, sino que supone el esfuerzo mental y emocional considerable de sentir que no llegas donde los demás sí llegan, de enfrentarte a la derrota, una derrota expectante de tu fracaso, que se mantiene en el tiempo, de saber que no eres lo suficientemente bueno y aún así, seguir ahí, dándolo todo, de tener absolutamente presentes tus limitaciones y decirte  'va pequeña, un paso más' y darlo, más allá de lo que creías posible. Luego aprendes que tus limitaciones reales están más allá de lo que crees, pero aún así la lucha es constante. Por suerte estos duros pasos parecen acumularse a tu 'carnet de limitación' y cuentan para la siguiente vez. 

Aunque no sé si los siguientes 'retos' que voy aceptando son cada vez mayores, pero yo me sigo sintiendo igual de pequeña y débil.

Ser el último no tiene más ventaja que el hecho de ir sola, sin interferencias, a mi aire, y eso a mí me gusta. En realidad, al ir la última e ir sola, me puedo parar cuando quiero y contemplar el paisaje, pero no lo hago. Pienso en que lo podría hacer mientras no lo hago. Sentir que retrasas al grupo no mola. Es como si tuvieses una responsabilidad y una obligación con respecto a ellos. Sentir que te esperan todo el rato presiona y cuando por fin llegas, se ponen en marcha y todos han descansado y tú con menos fuerzas con los demás, habiendo hecho un esfuerzo mayor por no tardar tanto, te encuentras con que no puedes descansar, o no el rato suficiente. O  sea, que encima de cornudo, apaleado.

Ya sé que ante esta situación no tengo muchas alternativas, que es adaptarse o morir. O entreno o evito esas situaciones. O evito hacerlas en grupo y me compro un guía sólo para mí!


Cada vez encuentro más paralelismos entre este viaje y mi vida. Es como si lo que ahora vivo y a lo que me enfrento físicamente ya lo hubiese vivido emocionalmente antes. Es bastante curioso.

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