Será que estoy muy cansada.
Serán las hormonas premenstruales que vuelven frágil mi pulso y débil mi risa.
Será la impaciencia y tal vez un poco el miedo.
Será que ahora mismo me veo sola, triste, oscura y pequeña.
O será la fiebre de la vacuna del tétanus que me han puesto esta mañana y que no me baja.
Pero no quiero terminar las cosas así. No quiero flecos ni inacabados. No quiero tus puñales, ni los míos. No quiero no saber qué decir cuando me pregunten por ti. No quiero que haya tu versión y la mía.
Pienso y siento todo lo que te dije. Me duele que sea así, pero es la verdad.
Mis palabras no nacieron de un arrebato.
Sé que te echo en cara que tus actos no acompañen a tus palabras y que si ahora te escribo, soy la primera en no ser coherente consigo misma.
Sé que estoy siendo blanda y que no me conviene.
Que me dije que nunca más. Nunca más sumisa. Nunca más detrás. Que perdí el mundo por alguien como tú y me costo la vida. Que cedí una sola vez y lo entregué todo con ello.
Que me he prometido no decirte nada más, que si quieres perder el tiempo conmigo, que sea tu propia decisión.
También creo que tú no harás nada.
Nada por que deje de estar equivocada. Nada para que vea tu visión. Nada que me retorne a la ignorancia y que borre todo esto que creo saber de ti.
Sé que te olvidarás de mí antes de encontrar un momento para darme.
Me pregunto si piensas en mí en algún momento.
Ya sé que tienes cosas más importantes que hacer y mejores personas con las que estar.
De hecho, yo también.
Y siento devolver mi presencia a la tuya, pero no quiero que esto termine así.
Uno de los dos tiene que bajarse de este burro que no nos lleva a ninguna parte.
Hasta puede que vaya yo sola en ese burro.
No quiero ser ese tipo de persona.
Con las cosas a medias. Mal acabadas. Inconclusas y astilladas. Guardando posos inútiles como pelusas gordas que no dejan avanzar.
No puedo, no me sale.
Me cuesta callarme cuando quiero saber y no me dicen.
No comprendo el silencio. No me doy por aludida.
No sé seguir estrategias ni planes, hago oídos sordos a los sabios consejos de quien me quiere y sólo sigo a aquello que siento, ya sabes.
Mi propia incoherencia me sulfura.
Escribirte me hace sentir sumisa y rabiosa.
Sigo pensando que no me has tratado bien.
Y creo que te sentirás victorioso viendo como el orgullo se me atraganta casi hasta la asfixia mientras me lo trago, doliente y prometedor de una digestión difícil.
Pero no quiero que las cosas terminen así.
Quiero sonreír cuando algo me recuerde a ti.
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